Viviana Rodríguez | Jefa del Servicio de Infectología del Hospital Alemán
El virus de la gripe o influenza toma mucha fuerza en invierno. El frío hace que pasemos más tiempo en lugares interiores y cerrados, y el contacto cercano entre personas en estos ambientes hace muy propicio el contagio de una a otra.
Los síntomas más frecuentes son fiebre alta, dolor de cabeza, dolores musculares, tos y síntomas digestivos. Los casos más severos pueden evolucionar a neumonía.
Son muchos los virus que producen la gripe, y año a año evolucionan. La Organización Mundial de la Salud evalúa de acuerdo con las estadísticas, las cepas (variedades) de los virus que son más probables que afecten a la población y se fabrica una vacuna que las contiene.
La gripe puede complicarse en algunos grupos de riesgo o personas con determinadas condiciones de salud: embarazadas, mayores de 65 años, menores de 2 años, personas con enfermedades pulmonares y quienes tienen debilitado su sistema inmune por alguna enfermedad (como el HIV) o tratamiento (como la quimioterapia). Estas personas tienen indicación de vacunarse todos los años.
La influenza H1N1 se conoció en 2009 como «gripe porcina». Es en realidad una combinación de virus de gripes de cerdos, aves y humanos. Debido a que muchas personas en todo el mundo se enfermaron ese año, la Organización Mundial de la Salud la declaró pandemia mundial.
Este año, se observa un número elevado de casos de gripe y la mayoría de estos son causados por una variante del H1N1.
Sea cual sea el virus de turno, la gripe es una enfermedad que podemos contraer todos los años. La mejor estrategia para prevenir la enfermedad y la evolución del virus es cumplir con las medidas de prevención. Al hacerlo, reducimos más del 60% las posibilidades de contraerla: